La otra tarde, en la playa eché en falta mi cámara de video, no se que pasa pero cuando la llevo encima nunca pasa nada y cuando pasa algo interesante, no llevo ni la de video ni la de fotos. Menos mal que siempre me queda algo en la memoria y así después puedo trasladarlo a un texto, es más, incluso puedo transformarlo a mi gusto sin necesidad de efectos especiales ni photoshop ni nada de eso.
Y no es que pasara algo muy especial como un desembarco o un naufragio no, pero me llamó la atención, fue bonito, cinematográfico, rítmico y fotogénico y también algo decadente.
Ocurrió una deliciosa tarde de playa en junio, cuando todavía somos pocos, un ligero levante que corría a lo largo de la playa paralelo al mar y que no llegaba a molestar porque la marea estaba baja y no levanta arena. Unas pocas sombrillas diseminadas aquí y allá cada veinte o treinta metros aproximadamente. A mi izquierda un alegre grupo de jubilados jugando a la petanca y a mi derecha una muchacha embarazada absorbiendo el sol con la amplia superficie de su abdomen. El sol empezaba a caer hacia abajo y un poco a la derecha, de tal manera que la embarazada y yo cambiamos de ángulo, así deje de ver a los ancianitos y su partida de petanca, cosa que no me importó mucho porque ya hacía tiempo que me había dejado de interesar, siempre ganaba el mismo, un chuleta fibroso y saltarín que llevaba puesto un sombrerito estilo Luís Aguilé.
Al poco rato el levante subió su intensidad y unos grititos guiaron mi atención hacia la izquierda, los jubilados corrían detrás de un pamela, su dueña, que era la que gritaba con falsete, mantenía inútilmente las manos en la cabeza ya que era demasiado tarde y solo pudo parar cuando la pamela fue atrapada a pocos metros de mí.
¿Quién sino el del gorrito iba a ser el héroe? Regresó con su trofeo en la mano levantándolo en señal de triunfo, más de pronto, el brazo con pamela y todo cayo inerte al costado del jubilado que con la boca abierta veía pasar delante de sus narices una sombrilla que había cobrado vida gracias al levante. Se le estaba escapando la pieza mayor, un jubilado saltarín como él no se podía conformar con una simple pamela.
La sombrilla giraba y giraba con el palo como eje longitudinal clavando primero la punta afilada y luego la roma de arriba, así cobraba impulso y vuelta a girar. Pasó a pocos metros de mí, pero yo como mero observador no podía ni quería intervenir, solo cuando se acercaba irremisiblemente a la embarazada sentí el impulso de actuar temiendo que la punta afilada pudiese causar un horrible accidente pero la muchacha reaccionó a tiempo y se levanto de su silla. La imparable sombrilla pasó por encima y siguió avanzando por la playa.
Poco a poco se fue alejando, todo quedó en silencio, la sombrilla cada vez se veía más y más pequeña a lo lejos, esta parte me pareció especialmente bella.
Nadie había salido en su busca aparentemente, pero al cabo de un rato un anciano, que recordaba haber visto pasar como dando un paseo, con gorro de tenista y una prominente tripa regresaba tranquilamente con una sombrilla plegada bajo su brazo.
Dandome un paso por esta avenida, pude comprobar que muy bien se le podría cambiar el apodo por el de "Paseo del amor"
Cerca de mi casa se puede uno pasear por una gran avenida con amplias aceras y un carril-bici, la gente pasea arriba y abajo, corre o va en bicicleta, se pueden ver gente de varias edades, solitarios, de dos en dos o parejas bien avenidas.
El caso es que la mayoría son cuarentones y cuarentonas que intentan rebajar unos quilitos practicando ejercicio saludablemente y es por esto que casi nadie conoce su verdadero nombre y es más conocida como la "Avenida del colesterol"
Ayer, aprovechando el buen tiempo, me monté en mi bicicleta polvorienta, tiene poco uso, y me lancé avenida arriba.
Pude comprobar gracias a mi afición observadora que efectivamente transitaban muchos cuarentones y cuarentonas paseando, algún joven que corría y algún que otro cicloturista de aguadulce como yo.
Como iba despacito pude enterarme de casi todas las conversaciones de los que me cruzaba, los que iban solos hablaban a voces por el móvil y los que iban acompañados entre ellos.
-¿Como quieres queme comprometa con ella si con lo que le tengo que pasar a mi ex mujer no me llega a fin de mes?¿No te he dicho ya que ella no trabaja?-Decía un señor con barriga que hacia como que corría.
-¡No puedo, no puedo resistir más, tengo que saber si va a volver conmigo o no, estoy esperando a que me llame pero no me llama!¿Que hago?-Le oí decir a una treintañera desconsolada que hablaba con una amiga sentadas en un banco.
-Pues yo que tú, lo mandaba a paseo más pronto que tarde, ese hombre te va a amargar la vida, es un mal educado que no te conviene ni a ti ni a tus hijos.-Le decía una cuarentona muy delgada a su amiga que estaba un poco rellenita, y esta le respondió:
-Pero es que también son sus hijos- Y la delgada dijo:
-Pues con más razón para que te pase, cuando lo dejéis, una buena manutención, los hijos son lo primero.
Pendiente de todas estas conversaciones no había caído en la cuenta que delante de mi una pareja de chicas en bicicleta llamaban mi atención, cuando fui a darme cuenta casi me las trago, frené bruscamente y bajé de la bici de la manera menos elegante que se pueda imaginar.
-Perdona ¿Puedes ayudarnos? Es que se me ha salido la cadena.
Quizás este sea el comienzo de otra historia, que muy bien podría terminar mal y llegar a oídos de un futuro paseante de la "Avenida de Amor y del Colesterol"
Pensando en ese viaje me quedaron tres impresiones:
El otro día visitando la ciudad de Babel http://MyOwnWorldCity.zonalibre.org/ -si le visitais recordad no mirarle a los ojos-me acordé del viaje que hice a Madrid el año pasado. De él me quedan tres recuerdos fundamentalmente:
El primero es la sensación de ver y visitar calles, plazas, museos y avenidas que ya conocía por el cine y la televisión, es agradable reconocer en persona todas esas cosas que antes había conocido sólo en imágenes. Creo recordar que existen viajes organizados para visitar lugares comunes y famosos por el cine, si pudiera visitaría lugares tan famosos y tan cinematográficos como por ejemplo Nueva York o el Gran Cañón. En este sentido Madrid me encantó..
El segundo lugar me impresionó el metro, pero más que el metro en sí fueron algunos de sus usuarios, había muchos sudamericanos casi todos parecían ir o venir del trabajo, mirándolos detenidamente sospecho que este se encontraba muy lejos de sus casas, a última hora de la tarde se les veía derrotados, muy cansados y aprovechaban el largo trayecto para dar una cabezadita reparadora.. En algunas mujeres creí adivinar su futuro inmediato, llegar tarde a casa preparar la cena de los niños o del marido, mirar un rato la tele sin ver nada, dormir apresuradamente para volver a madrugar y regresar en el metro al trabajo que bien podría ser limpiando una enorme casa en el otro lado de la ciudad.
Por último me impresionó al entrar y salir por la carretera de Andalucía la gran cantidad de camiones que traen mercancía para guardar en los almacenes que se amontonan a uno y otro lado y que luego será distribuida por toda la ciudad en camiones más pequeños. Podría decirse que una gran ciudad es como un monstruo que engulle sin parar, nunca se sacia y si se le cortaba el suministro podría enfurecerse terriblemente.
Peligro en los canales
Todo parecía en regla, no había bebido, el móvil estaba apagado, con mi mando bien agarrado viajaba a una velocidad adecuada por los canales de peaje vía satélite.
Pero el destino me guardaba esa noche una mala pasada, un canal de matrícula alemana se cruzó en mi camino, me embistió de frente incrustándome el mando a distancia muy cerca del páncreas.
Cuando desperté de la anestesia me contaron que un camión fuera de control se empotró en mi casa, yo estaba estudiando, o por lo menos eso fue lo que se hizo constar en el informe de atestados. Lo cierto es que estaba viendo la televisión, eso si con los libros abiertos y por el tema exacto, que conste, aunque sea solo aquí, entre nosotros